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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Educar sin prisas

Os dejo una "joya" de la revista Crecer Feliz. Teniendo en cuenta que los tiempos "corren" mucho, a veces está bien parar a tomar aliento y descubrir lo que nos rodea... y lo que rodea a nuestros hijos:

Slow parenting es una nueva tendencia educativa que defiende una enseñanza en la que se respete el ritmo de desarrollo de cada niño y sus necesidades concretas. En definitiva, una educación sin prisas.

Educar sin prisas

Lunes, pintura; martes, natación; miércoles, inglés… y así hasta el fin de semana, cuando hay que terminar los deberes pendientes, asistir a la exhibición de baile del cole, quedar con unos amigos...

Todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero es posible que, sin darnos cuenta, estemos convirtiéndonos en una generación de padres helicópteros cuyas hélices giran cada vez más deprisa, sin dejar tiempo a los niños para ser precisamente eso, niños.

Esto es lo que afirman los seguidores del movimiento slow parenting, que aboga por una educación más relajada y tranquila con la que los críos puedan ir descubriendo el mundo en el que viven sin prisas.

“La vida no es una carrera; es un viaje, un descubrimiento para hacer juntos”, nos cuenta Carl Honoré, autor de, entre otros libros, “El elogio de la lentitud” y uno de los principales gurús de esta nueva tendencia educativa que cada vez cuenta con más adeptos en Estados Unidos y Europa.

“Hace unos años –continúa Honoré– mi vida era una carrera contrarreloj. Un día me encontré comprando para mis hijos el libro “One minute bedtime stories” (algo así como “Cuentos para dormir de un minuto”) y me di cuenta de que no estaba viviendo la vida, sino pasando por ella a toda velocidad. Pensar en leer Blancanieves en sesenta segundos fue lo que me salvó”.

Tu peque es único
Pero ¿qué es lo que está haciendo de nosotros padres acelerados y competitivos? El cambio social de los últimos años tiene mucho que ver. Para empezar, las familias son hoy más pequeñas, de manera que la atención que en generaciones anteriores había que repartir entre cuatro o cinco hijos, ahora se dedica a dos o, como mucho, tres niños.

Por otro lado, el hecho de que la edad para ser madre se haya retrasado parece llevar implícito un mensaje subliminal: tenemos que hacer las cosas a paso ligero porque hemos empezado más tarde. Y no hay que olvidar el consumismo que impera en nuestra sociedad, que en muchos casos nos crea la imperiosa “necesidad” de que a nuestros hijos no les falte ni uno de los últimos “gadgets” del mercado.

Los defensores del slow parenting aseguran que uno de los principales problemas de esa continua competencia entre padres es que estamos perdiendo la confianza en nosotros mismos y dejando de creer en nuestros instintos. Y parece que no les falta razón: en una reciente encuesta llevada a cabo por el portal Netmums, muchas de las madres confesaron que solían mentir a otras madres sobre lo que daban de comer a sus hijos o el tiempo que les dejaban ver la tele.

“Conviene recordar que no hay una fórmula mágica y universal para educar a nuestros hijos, porque cada niño es único. Como familia debemos poner en práctica lo que mejor funcione para nosotros y dejar de compararnos con el resto”, dice Honoré.

Por otro lado, aunque hasta cierto punto presumir de nuestros hijos es natural e inevitable, los psicólogos apuntan el riesgo de que con ello no les dejemos ser como son, sino como nosotros queremos que sean. “Yo lo vi claro después de que la profesora de mi niño de 7 años me dijera que tenía un talento especial para la pintura. Me fui a casa orgulloso pensando en cómo potenciar el talento de mi pequeño Picasso, pero cuando le dije que iba a tener un tutor, me contestó que lo que él quería era pintar tranquilamente”, explica Carl Honoré.

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¡gracias!